martes, 29 de enero de 2008

Yo Conozco las Peticiones de Tu Corazón


Hay ocasiones en las que resulta muy duro empezar a escribir, sin embargo, hoy no es uno de esos días. Y la razón es que intento compartirte acerca de mi tema favorito el cual es, mi relación especial con el Señor.

Esta mañana desperté con deseos de encontrarme con el Señor, pero lo primero que me vino a la mente, fue: - Pana no te levantaste temprano, pero igual tienes que cumplir con el Señor.

Bien, pues me dispuse a encontrarme con El, y créeme cuando te digo, que lo de hoy fue algo muy, pero muy curioso. No se si te habrá pasado alguna vez, que estás con alguien y se compenetran al punto que comienzan a conversar y mientras lo hacen uno completa las frases del otro, o te ríes de la anécdota antes de que el otro lo termine pues te imaginas como termina la historia. Eso es el fluir del espíritu de lo cual hablo. Eso también sucede en muchos matrimonios en los que las parejas se conocen muy bien. Muchas veces me sorprendo adelantándome a lo que mi esposa esta por decir.

Pues algo muy parecido me ocurrió esta mañana, las ideas, pensamientos y sentimientos se agolpaban en tropel; había multitud de cosas que quería hablar con El. Yo estaba por así decirlo en angustia, sentía hasta culpa por no haber buscado de El mas temprano, sentía que no me alcanzaría el tiempo y ¡tenía tantas cosas que traer delante del Señor esta mañana! Si, traía el saco lleno de multicolores peticiones. Y me dispuse a orar, y ahí empezó todo…

Mi encuentro con El

En primer lugar llamé al Espíritu Santo, para que viniera a estar conmigo, pues cuando El no esta en la habitación conmigo siento que mi oración es como un cheque sin fondo, que rebota contra las paredes del lugar hasta que agotada desfallece en el suelo, esa oración no es capaz de pasar mas allá del techo. Pero cuando El esta ahí conmigo, el se encarga de llevarle mi oración directamente a los pies del Padre, con olor fragante además.

Y te soy sincero, ya no me importa si alguien me dice que Dios está en todas partes, ¿que para que lo llamo? – suelen decir. Puede que esa persona, ostente títulos ganados en doscientos seminarios, o sea apóstol, pastor diácono o teólogo muy versado, tal vez tenga patentada y registrada su “manera” de como se ha de hablar con Dios, cuantos minutos tengo que dedicarle a la adoración, alabanza, petición y cierre de la oración. En realidad a mi lo que me importa es que el Espíritu Santo esté conmigo ahí y que yo esté con El. Por eso lo llamo, porque se que El es tan poderoso que aunque esté aquí, El puede venir, y yo lo puedo sentir cuando El llega. Se por experiencia que lo sobrenatural del Reino aplasta cualquier ancestral teología, cualquier esquema preconcebido y cualquier teoría vanguardista.

Yo amo sentir la Presencia del Espíritu Santo, y por eso obedezco. Es bien simple, Si el es mi Consolador (Parakletos en griego) y Parakletos es alguien a quien tu llamas y el viene, y Jesús dijo: “yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). Esto es: Yo rogaré al Padre y os dará a uno igualito a mi que cuando tu lo llames el va a venir, para que este con nosotros para siempre. Pues ahí lo tienes, yo lo llamo para que el venga. ¿Simple verdad?

Bueno tras ese pequeño paréntesis, continúo el relato. Les decía que ahí fue cuando inició una sorprendente conversación entre el Señor y yo.

Empecé a hablar de muchas cosas que tenía dentro de mí, por cierto ninguna de ellas estaba en saco (el de peticiones). Pero que estaban saliendo de lo profundo de mi ser. Palabras salían de mi boca y yo sentía como el Señor me escuchaba y en ocasiones completaba lo que yo habría de decir.

Cumplir

Esa fue la palabra que vino de primero a mi boca, yo no recordaba que la había dicho, pero el Señor sí. Le dije Señor yo no estoy aquí para cumplir. Y del otro lado escuche amorosamente ¿cumplir qué? Y empecé a decirle que me perdonara por haber pensado en cumplir con El, que eso sonaba mas a un compromiso que a un deseo, que yo no estaba ahí para cumplir un tiempo, para tachar eso de mi agenda, que no era que yo quería decirle un par de cositas agradables y ya, para entonces soltarte aquella erupción de peticiones en su cara. Sin embargo, aun seguía yo ahí, parado delante de El, con los brazos abiertos, pero con mi saco al hombro. Pero entonces, dicho lo anterior, se hizo un silencio entre los dos, era como si El estuviera esperando lo que yo iba a decir luego. Como cuando se está a la expectativa de que alguien diga algo. Así como: ¿Ajá, y entonces? Entendí que había algo en mi corazón que respondía aquello, y le dije Señor como puedo hablar de cumplirte a ti, si ni aún dando mi vida podría hacerlo, ¿que podría darte, que podría ofrecerte? Aquí estoy, dispuesto Señor a obedecerte. En la medida de mi humanidad te digo como Pedro, Señor tu sabes que te amo.

Ahí, en ese momento me pareció ver sonreir al Señor, entendí que esa era la respuesta que el esperaba, que eso es lo que El espera de mí: obediencia. Recordé aquel verso bíblico que dice Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.” (Juan 15:14 ).

Y después…

Después de largo rato de derramar mi corazón y mis lágrimas delante de El, aún seguía con mi saco al hombro, cuando reparé en aquello, también El lo hizo y antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, El me dijo tiernamente, “Yo conozco las peticiones de tu corazón”. Acto seguido caí de rodillas envuelto en llanto. Aquello era demasiado para una mañana, ¿Cómo el Señor podía hablarme así?... ¿Qué fue lo que hice? …La respuesta, Nada. Al final, todo lo hizo El.


En fin, no se trata de entender con la mente sino de conocerle y entenderle, y para ello solo hay que obedecerle


“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. (Jer 9:23-24)”

Una vez más lo sobrenatural acallando los gritos de la sabiduría y la razón humana.

El resto del día ha sido grandioso… Cuando un padre le da a su hijo un regalo especial, el corazón del padre se alegra mucho más que el del hijo, en su memoria queda grabada la sonrisa de ese hijo cuando recibió aquello tan hermoso que su papi le dio.

Hoy estoy muy feliz pero sé, que la alegría de mi Padre es mucho mayor.