martes, 8 de julio de 2008

“Lo que tú traías venía de ti y no de mí”

Un sueño compartido.
Quiero hoy compartirles acerca de un sueño que tuve hace unos meses atrás. El cual tengo presente desde entonces y muchas veces me hace considerar dos veces lo que voy a hablar.

En el sueño, me encontraba en una congregación muy querida, disponiéndome a predicar. Estaba presto, listo el mensaje, listo todo. Me acompañaba una hermana en Cristo a quien respeto mucho, por su disposición a ser usada por el Señor.

Durante aquel sueño, yo recorría con mi vista todo el auditorio observando a los asistentes, y entre ellos podía ver a esos hombres que en mi juventud, eran para mi, gigantes espirittuales, líderes inalcanzables, ancianos de la iglesia de la cual, era yo miembro en aquel momento.

Recuerdo que en el sueño ponía mi mano sobre el hombro de un hermano en especial, uno al que particularmente tenia y aun hoy tengo en alta estima. Y pensaba (en el sueño), vaya honor éste que tengo hoy al predicarle a este hombre. Y pasando la mirada por toda la sala me sentía satisfecho, con aquella sensación de logro, pero en silencio, contemplando todo el salón.

Muy sonriente, emprendí el camino al púlpito, cerca del cual me esperaba la hermana que mencioné al principio. Tomando "mi lugar" me dispuse a iniciar mi predicación. Pero no alcancé pronunciar palabra. Antes de que pudiera decir nada, se levantó una persona, un hombre, en medio de la congregación a quien no reconocí en el sueño, y sus palabras fueron lapidarias. Dijo algo como esto:
- ¿Tú me vas a predicar a mí?. No lo creo.
- Yo no voy a permitir que alguien como tú, me venga a decir nada a mí. Tú no eres nadie, no eres digno, y no te voy a escuchar.

Dicho esto, se dirigió hacia la puerta y salió, y trás él muchos otros, y la sala quedó con casi vacía con apenas unas pocas personas.

Me quedo impávido, asombrado no pronuncié palabra. Y veía a aquella hermana, frente a mi que inexplicablemente estaba llena de paz, calmada. Pero en mi mente, oraba y le preguntaba al Señor, - ¿Por qué? ¿Por qué pasó esto?. La voz clara del Señor se dejó oír.dijo.
- Porque lo que tu traías no venia de mi, sino de ti.

De inmediato en el sueño, le comenté a la hermana que me acompañaba, lo que me acababa de decir el Señor. Y ella me dijo, pues obedece y pídele que te muestre su palabra, sobre la cual debes hablar el día de hoy, y me dijo busca ahí, señalando mi libreta de apuntes en la que yo tomo notas durante mi tiempo con el Señor, y de los mensajes y predicas que suelo escuchar.

Pero mientras pasaba las hojas de mi libreta, se levantó una mujer desconocida para mi, que estaba en primera fila entre las personas que quedaron en el salón y dijo:

- ¿Por qué no predicas acerca del olivo?.

Sin embargo no usó la palabra olivo, sino la palabra en griego, la cual nunca en mi vida había oído antes. Pero que al despertar busqué y recuerdo que resultó ser la misma usada en la Biblia, en griego para referirse al árbol de olivo.

Por supuesto que esa mañana lo primero que hice fue tomar nota de aquello del olivo, y empezar a buscar todo del acerca de él, cosas importantes, impactantes pero que en otro momento compartiré, pero no ahora. Ese día me avoqué a buscar a investigar, y llegué emocionado a compartir con mi pastor quien también es mi amigo, todo lo que había soñado y el fruto de aquella investigación y todo lo que me había mostrado el Señor ese día. 

El me escuchó pacientemente, y me dijo, sabiamente: - Sí es tremendo todo eso del olivo que me compartes. Pero dime algo, ¿que piensas tú de eso que te dijo el Señor en el sueño, eso de que hablaras lo que venía de Él?

Fue entonces cuando lo comprendí, el Señor me estaba diciendo algo y yo nuevamente estaba oyendo otra cosa. Ahí me di cuenta de que había cierto “ruido” que no me dejaba escuchar lo que Dios estaba hablándome. 

En ocasiones estamos tan ocupados en tomar nota de lo que oímos que no nos damos cuenta que estamos anotando lo que está en nosotros, que estamos aprendiendo con la mente y no con el corazón. Que estamos teniendo comunión con otras cosas y no con nuestro Señor.
A veces racionalizando todo, o buscando aplicación en otras personas de lo que escuchamos pero no en nosotros mismos. Y tal vez, si ponemos atención, es posible que nos sorprendamos a nosotros mismos intentando ser más humildes, que el más humilde de los hermanos. Y diciendo mírame yo si que soy humilde de verdad; Instrumento útil; vaso de honra; ese soy yo.

Es el momento de entregar el gobierno al Dueño de la Iglesia, que sea Él quien diga los mensajes, y no que seamos nosotros, quienes le presentemos los mensajes para que El los bañe con la unción. Y decirle después que se siente a escuchar lo bien que predicamos, lo histriónicos que podemos ser e impresionarlo con cuantas personas podemos convencer a unírsenos. Que se deleite El, mientras nos ve haciendo nuestros “cierres”. Esta relación opera al contrario, el te unge para que prediques, no unge lo que tu predicas.
Llegó la hora de poner más atención a lo que Dios nos habla, y en especial a lo que estamos llevándole al pueblo de Dios, diciendo que en su nombre, pero que tal vez esta saliendo de nosotros mismos. Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones…” (Heb 3:15)

Tendremos que recordar que nosotros somos tan solo vasos de barro y que la excelencia es puesta en nosotros por Dios mismo, nuestro Señor. Nosotros somos portadores de la unción, no la unción misma. Aprendí hace poco, que el llamamiento es para siempre, pero la unción se puede perder. Veamos la historia de Saúl. La unción hay que cuidarla, protegerla, no sea que se nos ponga rancio el aceite, que caiga alguna mosca en el perfume, y ya no sirva para ungir a nadie.
“ Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7)

La Aventura de descubrir la Presencia de Dios


Hablar de lo que Dios hace en tu vida, a veces resulta difícil. Aunque el trabajo de Dios en nuestras vidas es auténtico, visible, palpable… En ocasiones nos “agarran fuera de base”, cuando nos piden testificar de los que Dios está haciendo o acaba de hacer en tu vida.

Alguien dijo, que tratar de poner en palabras el amor y la relación entre Dios y nosotros sería una especie de ofensa en si misma. Yo estoy completamente de acuerdo. Sin embargo de alguna forma hay que testificar las maravillas que Dios hace en tu vida pues de otra forma te vuelves como la higuera estéril. Mucho recibir y nada de dar.

Hace unos días estuve en el Congreso Mundial Avivamiento 2008: Fuego Abrasador, en el Centro Mundial de Avivamiento en Bogotá – Colombia, este gran privilegio que Dios me concedió en su infinita misericordia.

Les puedo decir, que de principio a fin esté Congreso fue de gran bendición, y puedo decir que de día en día fuimos como dice la Palabra de Dios de Gloria en Gloria. Es que no puede ser de otra forma, cuando te sumerges en la dulce Presencia de Dios. Si, tú ya conoces la Presencia de Dios, notas de inmediato al entrar en aquel recinto que la Presencia de Dios está en ese lugar, y si no la conoces aun, entonces es tu oportunidad para saber de que se trata.

Suena extraño, cuando le hablas a cristianos acerca de la Presencia de Dios, y asumes que tal vez estés hablando con algunos que la conocen. Pero esa es la realidad de muchos cristianos. Nos acostumbramos tanto a hacer y trabajar para Cristo, que se nos olvida Cristo mismo, oh sí, aquello tan trillado en la década de los noventas que decía “trabaja en la obra del Señor, pero no te olvides del Señor de la obra”, ¡Era cierto, alguien dio en el clavo, pero no supimos digerirlo entonces! Y es que nos afanamos tanto en buscar el reino de Dios y su justicia, que nos perdemos, en el reino, y no encontramos al Rey. Las cosas de Dios, no son “Dios” en si mismas. El rey está sentado en el trono, y es ahí a los pies de El donde debemos ir, si queremos conocerle.

Ahora bien, pongo esto a consideración tuya, hermano o hermana que lees estas líneas. Si yo tengo 20, 40 años como cristiano, es decir hace 20 o 40 años yo acepté a Cristo como Salvador, y mi “bagaje”, doctrinal es amplio, extenso. Conozco mucho de teología, se de memoria miles de versos bíblicos, incluso he sido instrumento útil para alcanzar almas para Cristo, es posible que sea yo graduado en seminarios de gran renombre, e incluso, sea yo graduado con las mejores notas en Psicología Bíblica. Soy un extraordinario maestro, un consejero insuperable, mi ministerio es fructífero. Se bien cual es la diferencia entre un evangélico, pentecostal, bautista, presbisteriano, en fin a mi no me meten gato por liebre. Yo sé quien es quien, yo conozco, yo sé, yo hago.

Pregunto: ¿Todo eso me hace conocer mejor a Dios?, ¿de alguna manera eso me hace estar en la Presencia de Dios?.

Bueno si aun dudas al responder, la respuesta es NO. Nada de eso te acerca a Dios. Se de personas que vinieron a los pies de Cristo en un segundo, únicamente por estar expuestos a Su Presencia.

Claro está que habrá alguno que aun defienda su posición, pero recuerda que Dios está buscando gente que anhele estar con El, que le busque, que necesite de Él. No que esté satisfecha, de cuanto sabe y cuanto hace. Gente que le quiera más tenerle a Él , que tener la razón.

Gente que este más dispuesto en su corazón a recibir lo sobrenatural de Dios, que en su mente a racionalizarlo.

Los milagros, la capacitación instantánea, son accesorios, en la Presencia de Dios, simplemente suceden. Cuando tú le buscas y estás en su Presencia lo demás se vuelve menos importante. Cuando estás en su Presencia, te das cuenta que en vano “pagaste precio” y te “pusiste en la brecha”, ayunaste y vigilaste, pretendíendo acercarte a Dios. Pues para acercarse a Dios solo hace falta lo que dice en Hebreos 11:6 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”

No que Él existe, sino que El está ahí para los que le buscan. En otras palabras que El está ahí para ti. Y hay que buscarle con un corazón humilde, presentarse delante de Él, completamente desnudo, sin disfraces de piedad, ni de erudición, ni de super-liderazgo. ¿Acaso, le sirvió de algo a Nicodemo ser maestro de la Ley cuando se encontró con el verdadero Maestro?; ¿La “piedad” y oración farisaica de Anás y Caifás sirvieron de algo? ¿reconocieron ellos que estaban frente al ungido, al Mesias.?. Más aun, ¿de que me vale saber que Dios está en todas partes, si no lo puedo sentir y vivir yo, aquí, hoy?

Estamos entrando en un avivamiento en Venezuela, ¿que harás tú?. ¿Te quedarás parado viendo como sucede todo delante de tus ojos sin bajarte de las alturas de tu erudición, y tu antigüedad, te quedarás encumbrado en tu púlpito predicándole a TU multitudinaria congregación o entrarás junto al pueblo de Dios y conocerás la verdadera Presencia del Señor.?

Como dije antes yo he tenido el privilegio, de estar expuesto a la Presencia de Dios no solo allá en Bogotá, sino también en mi congregación ahí, El hace lo que quiere, y eso es maravilloso. Los que han podido leer algunos de mis testimonios anteriores, saben que también en mi casa he tenido la dicha de encontrarme con el Señor de manera especial. Pero a decir verdad te confieso que tuve que deslastrarme de prejuicios y esquemas arraigados en mi mente humana. Tuve que entregarme en manos de mi Señor para que El hiciera conmigo lo que El quisiera, y mi galardón, mi premio mi remuneración ha sido el Don más grande y perfecto Dios mismo.

Te invito, a que me acompañes en esta aventura de descubrir en su Presencia, lo que es deleitarse en El y descubrir las maravillas que Dios tiene planeado para nosotros el día de hoy.

Jer 9:23-24 “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. 24 Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.