viernes, 5 de octubre de 2018

Esa Batalla Librada Tantas Veces

Esa Batalla librada tantas veces…

Una vez más, en medio de esta lucha incesante por arrebatarle a la tristeza el control de mi alma por momentos siento la esperanza amordazada y en camisa de fuerza, cautiva en las oscuras mazmorras donde yace junto a sueños rotos y lisiados languideciendo a la espera del cumplimiento de su sentencia de una muerte inminente al filo de la espada del olvido, el peor de sus verdugos.

Si araño apenas un poco la superficie de mi memoria me reconozco en ellos, en un pasado que luce tan distante que se me antoja ajeno, tanto que parece como si alguien más los hubiera puesto ahí, como si otra persona los hubiera imaginado. A un lado distingo incolora y moribunda aquella fuerza avasallante otrora alimentada por el ímpetu de quien cree tener la eternidad por delante para llevarlos a cabo, desvaneciéndose con la mirada perdida, sepultada bajo el peso de una realidad y una rutina inclemente, depredadora de sueños no alcanzados.

En esos momentos de contemplación mi sonrisa entrenada luce natural tras años de experiencia, pero me sirve de muy poco al menos a mí, sólo enmascara ante los demás esa obstinada y reticente melancolía. Sin embargo, es un ardid que ha funcionado por años incluso frente al reflejo que me devuelve el espejo de la costumbre, el cansancio… el hastío .

Esta es un batalla que he librado recurrentemente y en silencio, mi empeño añejo de independencia adquirido desde muy temprano en mi vida, desde aquellos tiempos en que, con la complicidad de trasnochados libros usados y apilados florecían mis amores con la soledad, me ha impulsado a luchar a mano limpia para vencer mis gigantes, ya  tantas veces que he perdido la cuenta, no voy a negarlo a veces he vencido. ¿Solo? En principio así parece pero no, honestamente creo que nadie puede ni siquiera David pudo.

La vida me ha enseñado, que hay peleas que definitivamente tenemos que librarlas nosotros mismos, son en su mayoría las más intensas y desafiantes ya sea que se trate de difíciles obstáculos, profundas heridas abiertas por rupturas, distanciamientos o los duelos más terribles. Tan duras de superar por su naturaleza pues deben sanar de adentro hacia afuera, lo cual demanda hacer uso de una brutal fuerza de voluntad para hallar el deseo de continuar. Pero nadie dijo que tendríamos hacerlo sin un apoyo.

Creo firmemente que Dios ha puesto alrededor nuestro a personas que amamos y que nos aman y que conforman nuestra “red de seguridad”, para apoyarnos en esos momentos difíciles. A veces es solo un verdadero amigo, en ocasiones la familia, o la pareja, algunos pocos muy afortunados cuentan con todos ellos. Lo irónico es que esas personas cercanas muchas veces ignoran el alcance y el impacto que para bien o para mal tienen sobre nosotros.

Siempre será un acto de fé, el depositar nuestra confianza en alguien, no obstante, he de insistir en la importancia de escoger sabiamente al momento de hacerlo especialmente cuando atravesamos esas situaciones de mayor angustia no caigamos en la trampa del dolor, eso también lo aprendí de la peor forma.

Pero al final los seres humanos somos solo eso, humanos, sujeto a amar, a caer y levantarnos, a debilidades, depresiones y contradicciones. La verdadera confianza, la que supera todo es la que ponemos sobre aquel que nunca te defraudará: Dios mismo.

Mi piel se ha curtido por numerosas batallas de esta clase, y aun hoy no puedo decir cuántas más me esperan por librar, pero si tengo la certeza es que, de la mano de Dios, de todas ellas saldré en victoria.

“El caballo se alista para el día de la batalla; Mas Jehová es el que da la victoria”.
Proverbios 21:31

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