En estos días he tenido tiempo para reflexionar y he
decidido escribirte éstas líneas para hablarte de lo nuestro .
Decirte en primer lugar que sigo recibiendo
tus cartas, pero que cada vez las leo menos, lo siento... no es mi intención
lastimarte, se bien que eres muy sensible. Pero he recorrido muchas veces nuestra
historia, he navegado en esas profundas aguas y sentido en mi rostro todas esas
tempestades, una y otra vez, pero ya no puedo hacerlo más.
Se bien que intentarás retenerme recordándome esas
situaciones maravillosas que compartimos juntos, aquellos años en que tú y yo éramos
como uno, invencibles, inseparables, impenetrables… Sé que traerás a mi memoria
aquellos momentos en que, abrigados por la penumbra disfrutamos de aquellos ratos
en los que pretendíamos infructuosamente, entre lágrimas y copas, olvidar todo aquel
dolor. Aquellos tiempos en que juntos, pusimos
en remojo mis penas y hallamos tanto deleite sumergidos en la contemplación de
mis razones, las cuales por cierto, no escaseaban. Sí, también yo los recuerdo pero debo decirte que
ya no los añoro como lo haces tú.
Nuestra relación existe desde hace tanto, que me ha costado
sobremanera armarme de valor para hablarte de esto. Sin embargo ha llegado el
momento, no puedo seguir engañándome y
mintiéndote a ti. ¡Ya no quiero tener nada que ver contigo! Tengo que dejarte ir. Mis sentimientos hacia
ti han cambiado, pasaron del amor a la indiferencia, y de la indiferencia a ...
No, por favor, no llores… no puedo posponerlo más, lamento causarte dolor, pero
hoy te aborrezco quizás tanto como te amé en el pasado. Sé que tú también me amaste pero ambos
sabemos bien que en cuanto recobres tu serenidad, encontrarás abrigo en
alguien más. Así lo has hecho siempre y lo volverás a hacer, es tu naturaleza y no
puedes evitarlo.
Sin embargo, he de decirte que procuraré con todas mis
fuerzas que tus relaciones no duren, de aquí en más, considérame tu enemigo. Te extrañará mi arrojo y mi franqueza, pero quien te habla no es el mismo cobarde del
pasado. Conocí a alguien más, su nombre es Jesús de Nazareth, él me cambió, me restauró e hizo desaparecer todo cuanto sentía por ti. De hecho me regaló
el otro día un manto de gozo, que ahora llevo siempre puesto.
Ahora tengo que despedirme, espero no volver a saber de ti,
pero si nos encontramos de nuevo, tal vez no me reconozcas pero yo sabré que
eres tú, y posiblemente tendré que
decirte todo esto cara a cara nuevamente y presentarte al que ama mi alma. De
cualquier forma despídeme también de tu hermana Soledad, sé que ella también me
extraña. Le escribí una carta de despedida
ésta mañana pero no sé si alcanzará a llegarle
pues me han contado que como yo, también muchos otros le están abandonando,
porque también han conocido a Jesús.
Ahora estoy seguro de que no te extrañaré.
¡Adiós tristeza. Adiós!
"¿Por qué te
abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío." (Salmos 43:5 )
“El Espíritu
de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a
predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón,
a publicar libertad a los cautivos, y a
los presos apertura de la cárcel; a
proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios
nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de
Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto
de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de
justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.” (Isaías 61:1-3)
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